17 oct 2008

Eje temático: Respeto de Creencias

¿Qué es la realidad, sino lo que nuestra mente define como verdadero?
Es una realidad: La evolución del pensamiento humano es constante, metamórfica, camaleónica. Las ideas de los días de antaño no aplican ya a las vivencias del actual día con día. Y este mundo, al cambiar de pensamiento, cambió por completo su manera de ser. Podría decirse que gira en dirección contraria. Y sin embargo, ¿cuál ha sido el costo de este cambio? ¿Esta evolución ha llegado al mismo tiempo para toda la humanidad, o las ideas arraigadas permanecen, luchando por seguir vivas como una vela a punto de extinguirse que busca desesperadamente combustible para supervivir? ¿Por qué, si el cambio en la fuente de la verdad es para algunos tan obvio, no lo es para todos?
Este dilema (o mejor dicho afición), que es primordial característica de la humanidad desde tiempos de las cavernas, se da por un solo motivo: Como dicen por ahí, “cada cabeza es un mundo”. Un mundo tan complejo, variable y único, que no se hallan en el mundo dos personas que piensen igual con respecto a alguna cosa. Aun si las bases son las mismas, cada quien agrega un poco de “su propia cosecha”. Y, en verdad, ¿quién pretende negar la verdad de lo que ocurre dentro de la cabeza ajena, si cada una es un universo paralelo completamente desconocido al resto del mundo?
Detengámonos a considerarlo. De modo muy general, tomaré el ejemplo de la Religión Cristiana contra su eterna enemiga, la Ciencia, ya que es bastante trillado este asunto. Feligreses y científicos se pelean por una sola idea: ¿Quién es el verdadero proveedor de la verdad? El método científico, que analiza y representa todo aquello que podemos ver y tocar. O Jesucristo. Iahvé. Alá. Quetzalcóatl. Amón Ra. Buda; o cualquiera que sea su nombre, en cualquier parte del mundo, y en cualquier época de su existencia, que representan aquellas… ideas… que a pesar de que solo viven en las mentes de sus fieles, son tan poderosas y la gente las cree tan reales, que las masas se mueven, pelean, y son capaces de morir por ellas. ¿Cuál es más real, aquella que es probable por métodos infalibles y que puede ser repetida una y otra vez sin que se alteren sus resultados? ¿O aquella cuya prueba es el impresionante dominio que ejerce sobre tantas vidas, con medios distintos y variables, pero cuyo resultado suelen ser los más sorprendentes para los seres humanos y nuestro modus operandi?
La búsqueda de respuesta a estas preguntas has derramado galeones de sangre; ha impulsado cientos de vidas, y destrozado miles más. Vidas que se truncan; vidas que se sufren. Vidas que se pierden, todo por conseguir el triunfo de un lado u otro. Vidas dedicadas a la veracidad de la respuesta, a la validez universal de la elección. A la espera del veredicto…
Vengo a proponerles una nueva ideología. Una alternativa por lo demás considerable. Una forma de pensar y de creer que pretende conciliar ambas partes. Hielo y fuego de alguna manera coexistiendo para complementarse, y no para aniquilarse. He aquí el fundamento detrás de la propuesta: Que no existe un veredicto capaz de otorgar dictaminar la autenticidad a UNA SOLA de ambas partes.
La idea suena bastante polémica. Sin embargo, considerando la historia de drásticos cambios en la evolución del pensamiento crítico y de las creencias humanas, no creo que mi intento de conciliación sea por lo demás tomado como una chispa capaz de comenzar un incendio. Todo lo contrario. Se trata de dar balance; de equilibrar ambas ideologías. Es posible ver cosas desde otros ángulos. Los científicos lo hacen; deben hacerlo. Solo las mentes flexibles e inventivas son capaces de idear nuevas tecnologías, nuevos medicamentos, nuevas curas. Y, por más sorprendente que llegue a parecer, las religiones también ven cosas desde puntos de vista diversos. Es el caso, y no me dejarán mentir, de las parodias con las que Jesucristo enseña Su Palabra en la Sagrada Biblia.
En sí, las ideas no son del todo diferentes. Solo se aplican de modo diverso. Pero la base es igual.
Tomemos, por ejemplo, las palabras del autor de “LA MATERIA OSCURA”, Phillip Pullman, quien en la primera entrega de su trilogía se expresa así: “… Considera, por ejemplo, el número Phi, o la raíz cuadrada de menos uno: Ninguno de estos números es contabilizable. No es posible utilizarlos en el ‘mundo real’. Sin embargo, al usarlos es posible realizar una serie de operaciones con aplicaciones prácticas. Es de un modo semejante con la historia de Adán y Eva…”. Ciertamente, es muy fácil comprender su lógica. Ubicaré la historia de Adán y Eva en mi propio contexto, para demostrar esta… conciliación entre religión y ciencia. Dentro de la teoría del Big Bang. En lo personal, creo que es la más aceptable desde un punto de vista puramente científico, puesto que parece muy creíble la explosión de materia a alta presión, resultando así en el cosmos. Hasta ahí, la religión no tiene cabida… a menos que se considere la siguiente cuestión: ¿Quién o qué puso toda esa materia en ese lugar? Varios escépticos, que dicen creer solo en la ciencia pura, podrían condenar la idea diciendo que se produjo de manera espontánea. Pero uno de los principios de la ciencia es que todo tiene su origen. Lo cual descarta la posibilidad de la generación espontánea. Entonces, ¿cuál es la verdad? ¿Es acaso tan difícil creer que de algún modo, ambas partes tienen razón? No es difícil observar, desde este ángulo, que ambas teorías se complementan la una a la otra. Como expresó Pullman, “… una serie de cálculos que de otro modo serían imposibles, inimaginables…”. Todo por el simple hecho de conjuntar ambas fuentes del conocimiento. ¡Y con esas dos, seguro muchas más!
¿Es acaso tan poco probable que esta sea la respuesta verídica? ¿Es tan difícil confiar en una propuesta que sostiene como estandarte a la aceptación (aun más allá de la tolerancia), y que promete ponerle un alto al enigma moral y crítico de la condición mental humana? El ser humano necesita –requiere algo en lo que creer, y también los medios para probarlo. ¿No será posible conjuntar ambas ideologías, una de ellas llenando las necesidades que deja a su paso la otra? ¿Será posible terminar de una vez con la incertidumbre? La gente hoy en día enfrenta un acertijo crucial para adentrarse en la nueva era: la decisión entre creer lo que es visible, y ver lo que es creíble. Y usted, ¿qué opina ahora?

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