17 ene 2011

Respuesta a la anéctoda de Bohr y Sir Rutherford

Antes que nada, quisiera compartir con ustedes algo que me dijo mi primer maestra de Química (bueno, Introducción a la Física y Química, se llamaba aquello). Ella dijo que la ciencia es una manera de llegar a un entendimiento tal de nuestro mundo para que vivir en él sea cada vez más fácil. En los años que han transcurrido desde entonces, a mi alrededor he notado cómo parece ser que cada vez es más complejo ese entendimiento. Varias veces, ensimismados en las materias, las calificaciones, los exámenes y las demás cosas de nuestras "vidas académicas" nos olvidamos del verdadero propósito de las materias, sobre todo de las de ciencias básicas. Se nos olvida que están para facilitarle la existencia al ser humano por medio de una mayor y mejor comprensión de su entorno. Y, curiosamente, solemos irnos por el camino más difícil.

Me encanta la anécdota de Bohr que acabamos de leer. Ya había tenido la oportunidad de familiarizarme con ella con anterioridad, de ahí que me percatara de ese curioso fenómeno. En la era de la tecnología, de los avances, donde todo debería ser más fácil cada vez, nos vamos creando nuevos problemas. Hemos dejado de pensar en lo más funcional para irnos por lo más impresionante. El ejemplo citado es contundente, ya que lejos de facilitarnos la existencia PENSANDO la manera más simple de resolver un problema le damos vueltas y más vueltas a cómo resolverlo usando métodos altamente científicos y vanguardistas, para "demostrar nuestros conocimientos y dominio de una materia". ¿En qué momento, me pregunto yo, el dominio de una materia se volvió más importante como verdadero objetivo de la ciencia que la comprensión del mundo? Les dejo ese punto como reflexión, tanto para ustedes, compañeros, como para el profesor. :)

En lo que se refiere a la lectura de los HAV's, realmente entiendo por qué nos lo repiten constantemente. Me tiene mareada, eso sí, realmente pensé seriamente en reciclar uno de mis viejos escritos contestando preguntas de otro discussion board de otro semestre con el mismo tema. Pero me pareció muy incorrecto, asi que aquí voy otra vez. :P

Me parece que, fundamentalmente, todo se reduce a los principios sobre los cuales fuimos criados todos nosotros. Para la edad en la que estamos ahorita, las bases están sentadas, y para ser realistas las personas a esta edad es muy difícil que cambien sus principios. Sin embargo, habiendo tenido el gusto de conocer a varios de mis compañeros puedo decir que éstos valores y recomendaciones están presentes en nosotros. Es ahora nuestro momento para hacerlos valer de verdad, para aplicarlos a nuestra vida cotidiana, con empeño y perseverancia. Alguna vez leí en algún libro que se me escapa cuál es, mil disculpas al autor. Cpaz que hasta fue una revista. Pero bueno, el chiste es que decía que el "mal", llámese éste antivalor, inmoralidad... no puede ser erradicado, pero lo que sí podemos hacer es elegir no caer en él, en esa tentación que cualquiera de nosotros ha sentido, no porque nuestra educación deje que desear, sino porque todos hemos tenido que hacer un ensayo de x o y en la mitad de la noche ya muertos de cansancio después de resolver uno y mil ejercicios y a esas horas inhumanas de poca lucidez uno seriamente considera refritearse un escrito de alguien más. A esas horas, realmente parece si bien no una buena idea, por lo menos el recurso desesperado. Es en ese momento en el que hay que reflexionar si en realidad vale la pena lo que estamos haciendo, si vale la pena no solo jugárnosla con el profe a ver si no se dá cuenta. Si lo hace o no es su problema, pero nosotros (o por lo menos la gente tan paranóica como yo :P) siempre recordaremos que hicimos "trampa", que hicimos algo indevido, y si por alguna razón nos salimos con la nuestra ¡peor tantito!, porque en las horas del día con la mente despejada es más fácil que reaccionemos y digamos "oh, demonios, eso no estuvo bien" y entonces llega todo el problemononón ético, ahora qué hago...

Para evitarnos todos esos rollos, hay que saber administrarnos, dar por costumbre lo mejor de nosotros, y saber reconocercuando realmente no sale nada productivo de nuestra pluma, ya sea por mala administración de nuestro tiempo o simplemente porque estas cosas pasan, saber reconocer con humildad que no podemos presentar un trabajo ni mediocre ni copiado, porque no somos ni mediocres ni "piratas". Aprender a cargar con la responsabilidad de no entregar un trabajo en lugar de hacer cualquier cosa y rezar por quince puntos de cien. A estas alturas, lo mejor que podemos hacer para nuestra formación es acostumbrarnos a dar lo mejor de nosotros, y nada menos, y jamás entregar algo de nuestra parte que no lleve nuestro sello personal y profesional. El tiempo de esas cosas mediocres se ha terminado, está ya realmente muy atrás en nuestra vida. Es ahora el momento de exigir más de nosotros, tanto de nuestra capacidad mental como de la moral.

Saludos, compañeros! Quisiera ver sus comentarios si es que alguien quiere dejarlos. Que tengan un excelente día!

25 dic 2010

Querido Santa Claus

ueridoQuerido Santa Claus:
by María Aurora Villanueva on Saturday, 25 December 2010 at 09:38

¡Ja! Si no mal recuerdo, ésta es la primera carta que te escribo. No te puedes quejar; de niña tu competencia de enero… digamos que tenían más idea que tú acerca de lo que nos regalaban, sin contar el hecho de que no había que esperar hasta las tantas de la noche para entrarle con singular alegría a desgarrar las envolturas y abrir las múltiples cajas. Afrontémoslo, todos los niños que celebramos Navidad en más de una ocasión elevamos los ojos al cielo, y con nuestro entonces escaso botín de palabrotas te reclamamos porque otra vez se te ocurrió traernos calcetines, bufandas, suéteres; en general, ropa. Cabe destacar que a medida que nos hacemos grandes nos va gustando más la idea, pero para entonces no te escribimos “cartita”, a lo más una lista a repartir, o si la persona en cuestión es muy nice pondrá su “mesa de regalos”.



Por cierto que seguro te sorprenderá que te escriba ésta carta la mañana de Navidad (siendo además muy temprano aún, tanto que sigo sintiendo el bacalao). No, no es reclamo. Como mencioné antes, eso ya me tocó hacerlo en los años en que osaste llevarle ropa a una mini yo. No, francamente quisiera hacer constar el cambio notorio que han tenido estas fechas a lo largo de los 19 –no muchos- años que las he celebrado con singular alegría.



Cuando pienso en Navidad vienen a mi mente las posadas, las piñatas, toda la familia desentonando una serie de villancicos y que entren los perros gringos. Siempre corriendo el ponche, cada año el bacalao de los abuelos, y no existe en el mundo mundial un nacimiento más espectacular que el que pone mi abuelita Teté en su casita de sololoi.



Cada año la misma historia: Todos a cenar… ¡Auroris se durmió! (Clásico). Ahora los obsequios… ¡abrazo! Y el cantito, “que lo abra, que lo abra, que se lo ponga…”. No faltan las risas, las fotos, los juguetes sin pilas –era de esperarse, siempre ocurría–, un frío de los mil demonios que combatíamos frente a la chimenea de la casa de los abuelos, con un alegre fuego crepitando dentro del hogar y un delicioso ponche calentando manos y corazones, y barriguitas también.



Hoy somos mayores. De vez en cuando no podemos estar todos juntos. Los tíos doctores, los que salen con el otro lado de la familia. Antes me quedaba dormida, y era mi deber repartir cada uno de los obsequios debajo del arbolito. Hoy la historia es distinta, la repartición la hacen los menores, y mientras de chiquita me chocaba que no pusieran tarjetitas con el nombre de remitentes y destinatarios, éste año me tocó incurrir en la falta. Ya no me quedo dormida; mando mensajitos con buenos deseos a mis amigos. El pavo ha entrado al menú navideño de un tiempo acá, y ahora las navidades se celebran en casa de alguna de mis tías. Y sin embargo quedan millones de recuerdos, todos ellos muy hermosos, de celebraciones pasadas, y ésta no es la excepción: Abrazos al por mayor y hasta perder la cuenta. El clásico regalo que no te queda… y rezar porque los primos no tengan ya la peli que les vas a regalar. Las risas no faltan, la alegría se contagia. Por una noche no importa nada más… solo estar con la familia.



Querido Santa, aunque nunca te escribí, gracias por traerme año con año estas bellas alegrías. Bendice por favor a toda mi familia, a todos, también a mi familia extendida, mis amigos que siempre me están acompañando en las buenas y en las no tan buenas. Haz que sin importar su religión o condición, sus tradiciones o costumbres, sientan día con día ese lazo familiar tan fuerte y bello que nos une. Que lo nutran día con día, y que tengan una bella vida.



Tuya,

Aurora