30 jul 2008

An Analysis of Leonardo's "The Last Supper"

An Analysis of Leonardo’s “The Last Supper”

--->PLEASE CHECK ON THE SECTION "CORRECTIONS", BECAUSE WE HAVE ANEXED SOME TO THIS DOCUMENT. THANK YOU, AND SORRY FOR THE INCONVIENANCE<---
(Fragment) It is of common knowledge that artistic paintings are rare, complex and, in a word, indeible. And one of the most masterful painters in history is Leonardo Da Vinci, whose paintings are admired and renowned all around the globe. “The Last Supper”, one of Leonardo’s most enigmatic works, enhances the mystery of the last dinner of Jesus Christ, his last meeting with his apostles… and supposedly, of Mary Magdalene herself, who for some time now has been rumored to have been Jesus Christ’s lover, due to reference on Dan Brown’s bestseller, “The DaVinci Code”. However, this is not the one thing to see in the famous Leonardo.
When you look at the painting, you are instantly seduced by the beauty within, by the enigma of God’s son’s life, by the genius skill of its prodigious master. The colors, so bright; the scene, so stunningly beautiful; the detail, so sublime. Product of the most wonderful artist’s loving hands, of only the most precise instruments, “The Last Supper” shines with all her splendor in the magnifique corridors of Le Louvre in Paris. […]
[…]
When looking at a work of art, specially a Leonardo, it becomes quite apparent that simple, empty words cannot define it. No one in the world is qualified to grade a work of art universally. Only the heart is able to feel the unfeeling, to see the unseen. Every time you look around, wonder comes to your eyes; but only your heart is able to see there is much more to it than paint, that there is much more to it than images. That there is so much more to it than a piece of parchment.

Anatomía del Método Corruptivo

Al día de hoy, han sido muchos los puntos de vista expresados acerca de cómo “derrotar” a la corrupción. En vano. La corrupción, que tristemente es la primera cualidad de nuestra época, es tan poderosa como nosotros mismos somos capaces de hacerla. Al intentar no sucumbir ante ella, nos volvemos silenciosamente vulnerables a su poder. ¿Cómo es que domina nuestras mentes, penetrando nuestras defensas y alterando el curso de nuestras acciones?
Quisiera hacer un breve paréntesis antes de proseguir para explicar un poco la “inspiración” detrás de este artículo. Hace poco me topé con un escrito de lo más interesante. No tanto por lo que dice, sino por lo que no dice, y también por la razón detrás de su realización. A pesar de que fue escrito hace más de diez años, no cabe duda de que habla de una realidad que existe hasta el día de hoy… lamentablemente. El artículo se escribió en la Convención Inter-Americana Contra la Corrupción, de la sesión del pleno realizada el día 29 de Marzo de 1996, por si a alguno le interesaría leerlo y analizarlo.
Tras unos momentos de cavilar al respecto, me percaté de una inquietante verdad: El ser humano, por naturaleza es corrupto. Y, como la mayoría de las peores cosas en la vida, tiene una explicación, una que me gustaría compartir con ustedes. Y por supuesto, su opinión al respecto es más que bienvenida. Habiendo considerado las “Medidas Preventivas” del Artículo Tercero de dicha Convención, y habiendo vivido en el seno de un país masacrado por el deplorable estado que casi tontamente busca deshacer, me atrevo a aventurar el “misterioso” proceso del Método Corruptivo. He aquí mi tesis: Tres pasos resultan en la corrupción de la mente y los actos de la gente.
La primera “etapa” es una cualidad escondida que se desarrolla dentro de nosotros de un modo silencioso. Su nombre es universal, aplicable a cualquier posible respuesta - por más desinteresada que esta pueda ser- a la misma pregunta: ¿Qué es lo que deseamos? Una esperanza. Un sueño. Una ilusión, por más oculta que pueda estar en los confines de nuestro subconsciente. Tiene solo un nombre; un nombre que automáticamente revela la auténtica naturaleza de una simple fantasía. Se llama LUJURIA. Es el primer golpe, invisible e intangible, de la corrupción contra nosotros. Ya sea por el bien personal o “colectivo”, nuestra humana lujuria no es sino una magnífica leona a la espera de atacarnos.
La segunda etapa la elige nuestra parte consciente: ¿Cuál es el precio que estás dispuesto a pagar por aquello que deseas? Hay que pensarlo. Nuestro precio; el monto que estamos preparados para ceder a cambio de lo que nos importa más que nada en el mundo. Podemos decir que estamos por encima de semejante situación; que no nos afecta en absoluto. Podemos engañarnos a nosotros mismos, y entre más engañados estamos, más duele la bofetada al percatarnos de la verdad. Hagamos otro pequeño paréntesis reflexivo. Me gustaría que se respondieran una pregunta: ¿qué tan bajo están dispuestos a caer para salvar… la vida de sus hijos? ¿O tal vez la carrera que han luchado tan duro para completar? ¿De qué serían capaces de prescindir con tal de salvar sus propias vidas?
Y de pronto, nos encontramos en la última etapa del Método Corruptivo. Está por completo fuera de nuestro control, se escapa de nuestro dominio de la vida y de nosotros mismos, porque en realidad los seres humanos no tenemos tal control. Y es esta falta de control sobre ella la que nos hace tan vulnerables. Es el peligro. La amenaza que se ciñe sobre nuestra “primera etapa”. Como de la nada, nos encontramos corriendo por una cadena psicológica imparable: Un evento conduce al otro. Después nos percatamos de la realidad de las cosas, de la verdadera situación en la que nos hallamos: Ese precio que según nosotros estamos dispuestos a pagar, TIENE QUE SER PAGADO. La pregunta es si lo haremos… o no.
Mirando las últimas gotas de mi café, metida en mi reflexión, una idea loca pero lógica resuena en mi mente: ¿Es la corrupción algo en serio malo? ¿Es en verdad una conducta incorrecta, o solo otro complicado ingrediente de nuestra humana forma de ser? Sinceramente, me parece que la corrupción no es más que la reacción más perfecta que nuestra naturaleza ha diseñado para proteger nuestra auténtica integridad humana. Después de todo, ¿quién de nosotros no pagaría por lograr sus sueños?