Una vez hace poco, tuve la oportunidad de ver un comercial en la cadena televisiva "Planeta Verde", por su nombre traducido al español. Trata acerca de una visión del mundo como el único hogar del hombre, que a demás está siendo destruído por nosotros mismos. Muestra paisajes deprimentes; la escoria de nuestro mundo, de lo que hemos hecho de él. Y después, se vé la imágen de un águila, y la transición que su vuelo ejecuta desde el terror de la destrucción hacia la luz- un mundo sano, con parajes hermosos, grandes cañadas, cataratas de agua cristalina y lleno de vida. Y, como fondo, una hermosa canción de salvamento al medio ambiente:
"Ya lo decidí, voy a descubrir...". En resumen, expresa amor y una verdadera devoción de parte de la humanidad para con la madre naturaleza y todas las maravillas que de ella y por ella emanan. Actualmente, lo que más se requiere es un despertar. Una conciencia ecológica. Pero más que eso, lo que se requiere es acción; que la humanidad se mueva por una sola causa- la más grande desde la abolición de la esclavitud. Pero esta sí debe ser lograda, no como el fallido intento de erradicar el esclavismo en el mundo. Porque de este gran logro (o gran fracaso) depende la supervivencia del ser humano.
Este comercial reafirmó lo que he pensado desde hace mucho tiempo. Que la raza humana, por fin, encara su inminente final. Uno que ella misma -que nosotros mismos- hemos traido sobre nuestras propias cabezas. El corazón de la humanidad galopa sin descanso y cada vez más velos hacia su último latido. Y con nosotros se extinguirá la última gran amenaza para la naturaleza. La pregunta es, ¿podrá alguna forma de vida sobrevivir a la masacre autoinducida de la humanidad, o el último latido de nuestros corazones será también el último para cada especie en la faz de la Tierra?
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